Martin, a quien tuvimos el orgullo de conocer a traves de este Blog, al igual que el Ingeniero Jaime Estela quien trabaja en la Agencia Espacial Alemana -DLR, son parte de grupo de peruanos visionarios que no le temen a los retos y creen en sus suenos. Invitaremos proximamente a estos amigos a que nos de su opinion acerca de la implementacion del Centro Nacional de Operacion de Imagenes de Satelite-CNOIS en Peru.
A continuacion reproducimos parte de la publicacion :
http://www.elcomercio.com.pe/impresa/edicion/2009-02-01/ecmu010209b8
¡ESTE SÍ ES UN INGENIERO!
Peruano supervisa experimento espacial - Sueña con crear y lanzar satélite nacional
MÚNICH. La Estación Espacial Internacional (EEI) es una casa común que 16 países construyen y mantienen en órbita a 350 kilómetros de la tierra para avanzar en la exploración del espacio. En febrero del 2008, un módulo llamado Columbus, contribución de la Agencia Espacial Europea (ESA), se acopló a la estación y desde entonces se realizan en él experimentos para conocer los efectos de la ingravidez en los seres vivientes y la materia. El seguimiento de las actividades de este laboratorio espacial es tarea diaria de un puñado de científicos instalados en el Centro de Control de Oberpfaffenhofen (cerca de Múnich). En ese grupo selecto de hombres que trabajan en la conquista del espacio hay un peruano: el ingeniero aeroespacial Martín Canales Romero.
¿Cómo llegó nuestro compatriota a ocupar un puesto de tanta responsabilidad, para el que se requieren las más altas calificaciones científicas? Un primer hito en la trayectoria de Canales ocurrió en marzo de 1984 en Lima cuando se enteró de que había ganado una beca para estudiar ingeniería aeronáutica en la Unión Soviética. Para entender cómo tuvo la idea de optar por esta profesión hay que retroceder varios años.
Aunque lejana, la feliz niñez de Martín se mantiene fresca en su mente: “Vivíamos en Comas, mis padres, dos hermanas mayores, yo y mi hermano menor. Mi papá era contador en la Inca Kola; mi mamá, ama de casa. Desde muy chico, cada vez que veía un avión surcar el cielo de Lima me preguntaba qué existiría más allá del cielo. Soñaba con volar muy lejos para descubrirlo”.
A los 6 años Martín daba ya cuenta de precoces habilidades de ingeniero aeronáutico: “Cerca de la Municipalidad de Comas había un señor que vendía aviones de madera. Recuerdo que mi papá me regaló un Concorde al que le enderecé la nariz porque temía que se le rompiera. También le cambié las ruedas y el perfil de las alas”, cuenta con nostalgia. “A mí no me compren carritos, solo aviones, de madera, de plástico, de lo que sea”, le pedía a sus padres.
Martín soñaba con ser aviador. Convertirse en piloto de la FAP. Pero a los 12 años vivió su primera gran frustración: “Supe que sufría de miopía, jamás ingresaría a la escuela de oficiales de la aviación”. El acariciado anhelo de pilotear un avión de combate se desplomó. “Pero no me di por vencido. El amor y apoyo de mi mamá fue decisivo. “No hay mal que por bien no venga”, me dijo. Y me animó con el célebre lema de Jorge Chávez “Arriba, siempre arriba”. Seguí siendo un buen alumno en secundaria a sabiendas de que alcanzaría mis sueños por otras vías”, cuenta.
Al terminar la secundaria, en 1983, Martín estaba algo despistado. “Pensaba postular a la UNI, a ingeniera industrial, a falta de alternativa”, recuerda. “Felizmente, un día me topé con un anuncio en el periódico que hablaba del Inabec. Me informé y me enteré de que ¡era posible estudiar ingeniería aeronáutica en la URSS!”. En marzo de 1984 Martín supo que había sido seleccionado entre varios cientos de postulantes: “La noticia me llenó de alegría y esperanzas, pero al mismo tiempo sentí una profunda tristeza porque cobré conciencia de que por muchos años viviría muy lejos de mis seres queridos”.
En 1992, graduado como ingeniero aeronáutico, Martín Canales partió rumbo a España, adonde había emigrado su familia. “Esos fueron tiempos difíciles. Mi ambición de seguir superándome seguía intacta, pero no encontraba cómo avanzar. Trabajé de lo que sea: ayudaba en la iglesia, daba clases de matemáticas y física, incluso trabajé en la construcción y como jardinero. De nuevo el apoyo de mi familia resultó decisivo”.
Dos años más tarde el ingeniero peruano fue admitido en la Universidad de Múnich para un posgrado en ingeniería aeroespacial. Había logrado retomar el camino, pero aún le faltaban duros trechos por recorrer: “No fue nada fácil. De día me formaba en tecnología de construcción de satélites, mecánica de órbitas y aerodinámica espacial, de noche trabajaba limpiando oficinas o en hoteles”, cuenta con orgullo.
¿EL CIELO ES EL LÍMITE? Pero el empeño y la perseverancia dieron frutos. Con el posgrado en el bolsillo a Canales se le comenzaron a abrir puertas: fue asistente del profesor y astronauta
alemán Reinhold Ewald en el curso de Operaciones Científicas de vuelos espaciales de la misión europeo-rusa Euromir 95. Enseguida trabajó en el proyecto Lunar Sat, a cargo de los procedimientos de ensamblaje, integración y verificación del satélite, y después como responsable del sistema de propulsión en colaboración con el Departamento de Infraestructura Espacial de la Compañía Europea de Defensa y del Espacio (EADS).
Desde el 2002 Canales trabaja en el proyecto Columbus. “Día a día velamos para que los tres astronautas que habitan la EEI puedan realizar los experimentos físicos, químicos y biológicos en las mejores condiciones”, explica. Aportar al conocimiento de los efectos de la ingravidez sobre el cuerpo humano y al posible desarrollo de nuevas medicinas y materiales lo tiene muy satisfecho, sin embargo, confiesa que sueña con llegar más lejos aún.
“Quisiera participar como astronauta o desde tierra en proyectos interplanetarios para descubrir si se puede desarrollar vida más allá de la tierra”. Canales sabe mejor que nadie que este plan no es para el corto plazo, porque la tecnología para enviar naves tripuladas a otros planetas no ha acabado de desarrollarse.
“Otra aspiración que tengo es ayudar al Perú a crear y lanzar un pequeño satélite que nos haga menos dependientes de otros países”, añade con una chispa en los ojos. “Nos serviría para predecir catástrofes naturales y medir su impacto, para fortalecer la seguridad de las fronteras y enfrentar el contrabando y el narcotráfico”. “Sería costoso, pero no es imposible. Países como Sudáfrica y Chile lo están haciendo”, asegura. ¿Por qué nosotros no podríamos?”, pregunta. Para Martín Canales, su trayectoria lo demuestra, no hay imposibles.
Próxima misiónLa EEI es una base a la que aportan con tecnología, equipos o recursos humanos 16 países. Los más importantes contribuyentes son EE.UU., Rusia, Japón, Canadá y la UE.
La EEI tiene el perímetro de un campo de fútbol y una superficie habitable equivalente a dos Boeing 747. Gira alrededor de la tierra a una velocidad de 28.000 km/h. Cuando se completen sus 14 módulos podrán habitarla hasta 7 astronautas.
El 7 de febrero del 2008 la nave espacial estadounidense Atlantis acopló el módulo Columbus de la ESA. Este laboratorio tiene 75 metros cúbicos, 4,5 metros de diámetro por 7,5 metros de largo.
El 12 de febrero la lanzadora de EE.UU. Shuttle Discovery, en su misión STS 126, despegará desde Cabo Cañaveral hacia la EEI. Llevará material para una serie de experimentos que, por primera vez, científicos europeos realizarán en el espacio.
El 12 de febrero la lanzadora de EE.UU. Shuttle Discovery, en su misión STS 126, despegará desde Cabo Cañaveral hacia la EEI. Llevará material para una serie de experimentos que, por primera vez, científicos europeos realizarán en el espacio.
Uno de los encargados de controlar estos experimentos como Team Lead del vuelo 15 A, como se designa al Shuttle, es Juan Martín Canales Romero.
"Cuando el Visionario apunta a las estrellas, el ignorante mira el dedo".
Se Agradece su difusion.